En una emotiva conversación, Claudia abre su corazón a Don Andrés, compartiendo su dolor por la pérdida de Mateo y mostrando un apoyo incondicional hacia él. Claudia revela que Mateo alguna vez le habló de Felipe, mencionando un error reciente que este cometió en el trabajo. Mateo, fiel a su naturaleza comprensiva, defendió a Felipe, justificando que estaba pasando por un mal momento.
Claudia confiesa que incluso llegó a reprender a Mateo por tratar de excusar a Felipe frente a Tao, pero no puede evitar destacar la bondad que siempre caracterizó a Mateo. “Él siempre creyó en dar segundas oportunidades”, dice con nostalgia, reconociendo que ese rasgo también lo comparte con Don Andrés.
A medida que la conversación avanza, Claudia intenta consolar a Andrés, asegurándole que no merece cargar con la culpa de lo ocurrido. Con una sinceridad conmovedora, le admite que no está enojada con él, sino con Dios, a quien no está dispuesta a perdonar fácilmente por esta tragedia.
Este momento entre Claudia y Andrés no solo subraya la profundidad de su dolor compartido, sino también la conexión que se crea entre ellos al enfrentar la pérdida y la injusticia. Claudia, en medio de su propio sufrimiento, encuentra la fuerza para transmitirle a Andrés que no está solo y que la bondad y el corazón de Mateo siguen vivos en quienes lo conocieron.
La escena es un poderoso recordatorio de cómo el apoyo mutuo puede surgir incluso en los momentos más oscuros, marcando un punto clave en Sueños de libertad.