Jesús y Joaquín se enfrentan en una reunión cargada de tensión y manipulaciones. Jesús llega con una sonrisa y confianza, pero Joaquín no tarda en cortar la cortesía y va directo al punto: “¿Para qué querías verme? ¿No es sobre los terrenos?” Jesús, con tono desafiante, responde que esos terrenos ya no son un tema para él, insinuando que el asunto está cerrado. Sin embargo, Joaquín insiste: “No contestaste la última vez, así que te lo vuelvo a preguntar: ¿quién nos dio esa información?”
Jesús, imperturbable, rehúsa responder. Pero no se detiene ahí. Joaquín se adelanta a proclamar que los terrenos son de su familia, y Jesús ha perdido. Sin embargo, Jesús tiene un as bajo la manga. “¿Quién te dijo que he perdido?”, le espeta, dejando claro que la batalla aún no ha terminado. Joaquín intenta zanjar la discusión y le pide que se marche, pero Jesús deja caer una bomba: “Tienes 24 horas para venderme esas tierras o le cuento a Gema lo que vi en este despacho… y en esta mesa.”
El chantaje no podría ser más claro. Jesús amenaza con revelar el romance de Joaquín con su secretaria a su esposa, Gema, una mujer leal y trabajadora. “Sería una pena que se enterara de esto y rompiera más que una copa al descubrir la verdad sobre su marido.”
La situación escala rápidamente, y Joaquín queda atrapado en un dilema. Jesús termina con un ultimátum: “Convéncete o convence a tu hermano Luis para que me vendan las tierras. La cuenta atrás ya ha empezado. Tic Tac, Joaquín, Tic Tac.”