Damián, dispuesto a proteger a Fina a toda costa, decide tomar medidas drásticas para garantizar su seguridad. En un tenso enfrentamiento con Santiago, Damián revela sus verdaderas intenciones: persuadirlo para que retire la denuncia que pesa contra Fina, incluso si eso implica sobornarlo.
El diálogo comienza con Santiago mostrando firmeza al rechazar cualquier intento de manipulación, incluso cuando Damián envía a su propia hija como intermediaria. Sin embargo, todo cambia cuando Damián menciona el dinero. La posibilidad de una compensación económica despierta el interés de Santiago, quien no duda en negociar más allá del soborno inicial. Además de dinero, Santiago exige un puesto en la fábrica, específicamente como jefe de ventas, argumentando que tiene el talento necesario y que encajaría perfectamente en el entorno laboral.
Damián, en un intento por ganarse la confianza de Santiago, comparte una historia personal sobre su relación con el padre de Fina, quien fuera su mejor amigo y chofer. Esta conexión emocional busca apelar al lado humano de Santiago, pero rápidamente queda claro que las palabras de Damián son solo una herramienta más para alcanzar su objetivo.
Finalmente, Damián deja clara su postura: no está dispuesto a permitir que la denuncia contra Fina continúe. Le entrega a Santiago un ultimátum acompañado de una oferta: tomar el dinero, retirar la denuncia, y desaparecer para siempre. Con una mezcla de amenaza y promesa, Damián subraya que no permitirá que nada ni nadie ponga en peligro a Fina, dejando a Santiago sin más opción que aceptar.
La escena refleja la complejidad moral de los personajes y la intensidad de los dilemas que plantea Sueños de libertad.
