En una escena cargada de emociones, Digna enfrenta a don Pedro con palabras firmes y decisivas. La conversación comienza con Pedro mostrando su confusión y vulnerabilidad, intentando justificar su comportamiento reciente. “Lo único que me salva es mantener la cabeza ocupada,” confiesa Pedro, reconociendo que su enfoque en los negocios es una manera de evitar enfrentar su dolor. Pero Digna no se deja engañar. “Deberías centrarte en cuidar a Inés,” le responde con sinceridad, subrayando que su esposa necesita su apoyo más que nunca tras la tragedia que han sufrido.
Pedro, sumido en su propia lucha interna, trata de argumentar que Inés es más fuerte de lo que parece, pero Digna lo detiene. “La muerte de un hijo supera cualquier límite,” le dice con firmeza, dejando claro que no es momento para evasiones. Cuando Pedro insinúa que su relación con Digna podría ser su refugio, ella corta cualquier posibilidad de ambigüedad: “Nuestro matrimonio ya es irrecuperable, Pedro, y tú lo sabes.”
La tensión aumenta al recordar el beso que compartieron recientemente, un gesto que ambos reconocen como fruto de la debilidad y el dolor. Digna aclara que no habrá más momentos como ese. “Ayer estábamos vulnerables, pero también estábamos de acuerdo en que esto no puede continuar,” sentencia con determinación.
Al final, Pedro acepta la realidad, aunque con el corazón roto. Digna le pide que se enfoque en su esposa, quien está atravesando un dolor inmenso. Su generosidad y claridad en un momento tan difícil resaltan su fortaleza. Pedro le agradece sinceramente por haber sido un apoyo en su peor momento, pero ambos saben que sus caminos deben separarse.