En una conversación cargada de emociones y revelaciones, Pedro finalmente admite lo que durante mucho tiempo había ocultado. Tras pedirle a Irene que lo dejara solo, Pedro enfrenta a su esposa, Inés, quien lo acusa de fingir preocupación mientras sus verdaderos sentimientos están dirigidos hacia Digna.
Inés, observadora y dolida, no se deja engañar: recuerda haber presenciado momentos que delatan la cercanía entre Pedro y Digna, como un roce de manos o confidencias compartidas. Aunque Pedro intenta negar las acusaciones, Inés lo confronta con una intuición que, según ella, siempre fue correcta. Finalmente, Pedro admite que, aunque no lo calificaría como enamoramiento, ha desarrollado sentimientos por Digna que nunca experimentó por su esposa.
Inés, devastada pero firme, no evita mencionar la naturaleza estratégica de su matrimonio, más enfocado en unir familias pudientes que en un amor verdadero. Reconoce que entre ellos hubo lealtad y cariño, pero no amor. Por su parte, Pedro confiesa que no entendió la profundidad del amor hasta que su hijo Mateo arriesgó todo por ese sentimiento.
A pesar de sus sentimientos, Pedro decide alejarse de Digna, asegurando que lo hace por respeto a Inés y en honor a la memoria de Mateo. Aunque Inés muestra resentimiento por lo que considera una traición emocional, Pedro lamenta la situación, afirmando que hubiera deseado un matrimonio basado en un amor genuino.
La escena cierra con un ambiente de resignación y distancia emocional entre los dos, dejando al espectador preguntándose si es posible reconstruir algo en medio de tantas heridas y secretos.